Viernes
10 de la mañana, inicia la procesión. Niños y niñas con pequeños gorros
acompañando a sus mamás en aquella calle cercana a la vía. Los jóvenes con
vestuarios a usanza de los romanos dramatizaban la primera estación del
viacrucis.
Los que estaban expectantes eran pocos, otros más miraban pasar los
automóviles. Las voces de los actores se escuchaban gracias a un sistema de
sonido colocado en la parte trasera de una camioneta. Los seminaristas que
dirigían invitaban a las personas a rezar el padre nuestro y la oración después
de hacer la reflexión de la primera estación. Conforme pasaban los minutos las estaciones
se iban dramatizando y reflexionando. La invitación a rezar el padrenuestro
seguía escuchándose por parte de los que dirigían esa devoción de cuaresma. Más
personas se unían al avanzar entre aquella calle cercana a la Universidad
Chapingo.
Algunos conductores bajaban la velocidad al pasar enfrente de la
gente que acompañaba al Jesús cargando la cruz de madera. Otros más sacaban sus
cámaras para guardar una prueba de lo que sus ojos miraban. Después comentaban
con los acompañantes sobre dicho suceso. Yo mismo antes de salir de la casa
donde estoy de misión tomé la cámara fotográfica y la de video con la intención
de guardar un recuerdo de ese día. Me detuve unos instantes y pensé que todos
los años lo hacía y por hacerlo no saboreaba ni vivía el momento. Vino a mi
mente esa frase tan sonada en las redes sociales: “los mejores momentos se
guardan en el corazón”. Dejé las cámaras en su lugar y tomé la estola, el
cíngulo y mi alba y me los puse al hombro. Tenía la intención de guardar aquel
suceso en mi corazón y buscar reflexionar con la dramatización del camino de la
cruz. Otros automovilistas no disminuían su velocidad y pasaban como si
tuvieran miedo de que aquellas personas reunidas en un viernes santo, no fueran
a ser de los que hacen manifestaciones y desmanes. Otras personas salían de sus
cuartos y se asomaban por la terraza, por las ventanas y otros más se asomaban
por las puertas a mirar lo que hacíamos en esa mañana. Las personas tienen
diferente perspectiva, unos se quedaban hasta que pasaba la procesión, otros no
le daban importancia y se escondían en sus refugios. Ya estábamos llegando a la
quinta estación cuando el cirineo ayuda a Jesús a cargar la Cruz. Enfrente un
lugar donde vendían carnitas de puerco. El establecimiento ocupaba parte de la
banqueta y estaba dando servicio. En el interior varias personas comiendo, al
parecer no les importaba que fuera viernes de ayuno o de cuaresma. Quizá no
eran cristianos católicos o quizá sí pero su religión la viven a su modo. El
seminarista reflexionaba con voz fuerte ese momento de encuentro entre el
Cirineo y Jesucristo. Los comensales ni se inmutaron, seguían platicando y
devorando los tacos con carne de puerco. Daban un sorbo a sus bebidas para
poder tragar el bocado de comida que se atoraba en sus bocas. La reflexión y el
rezo había terminado pero aquellas personas siguieron comiendo. Lo que pasaba
en ese momento por esa calle de Texcoco no era algo común, era algo que
solamente se hace una vez al año pero a aquellos que comían no les interesó. Ya
estábamos enfrente de una gasolinera. Los trabajadores estaban recargados en
una de las bombas mirando las escenas que pasaban enfrente de ellos. Todos en
silencio, bueno, casi todos, uno de ellos hablaba a sus compañeros con risas y
señalamientos. Su sonrisa denotaba algo que no podría describir. Sus compañeros
no le prestaban atención y sus ojos estaban enganchados con las escenas de la
calle. El compañero hablador no dejaba de mirar a un lado y a otro queriendo
desencantar a sus compañeros pero ninguno le hizo caso. Sus risas subían de
tono y otras personas pudieron darse cuenta de sus actos. La luz del semáforo
se puso en verde y comenzamos a caminar. Dejamos a aquel mirón con sus risas y
comentarios. Llegamos a la iglesia donde terminamos las estaciones para después
reflexionar las siete palabras. Yo ese día había reflexionado algo más en
aquella calle de Texcoco donde pude ver y presenciar lo que es el camino de la
cruz para aquellos que no se avergonzaron de manifestar su fe.
Hasta
la próxima.
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