lunes, 11 de mayo de 2015

El mejor regalo del mundo para mamá




Hoy durante el programa que tenemos de radio de la hora de los cincelazos pregunté cuál sería el “regalo” que las mamás esperan verdaderamente de sus hijos. Entendiendo “regalo” como lo que es, un don, una gracia especial. Obviamente no
daba a entender cosas materiales. Y fue sorprendente que un 90% pedía que se acercaran a Dios y que fueran atentos y detallistas. Presenté a los hijos y a los esposos como los que darían estos regalos. Así que ya saben, y digo ya saben porque en mi caso yo así lo he comprendido. Como les comenté en el otro escrito, provengo de una familia un tanto fría, ahora ya no tanto, pero hace tiempo si lo era. No había abrazos, no había fiestas de cumpleaños, no había besos pero eso sí, los reyes magos siempre llegaron, bueno en mi caso hasta los 12 años. Mi padre me dijo que lo acompañara al pueblo y me dijo que no había dinero. Me contó algo que ya suponía pero que no quería creer porque ese día de reyes era mágico. Esperábamos con tantas ansias ese día que hasta llegamos a ver las supuestas pisadas del caballo de Melchor fuera de la casa. Y es que así lo suponíamos porque los regalos que nos dejaban los reyes eran muy sencillos y a nuestros primos siempre les dejaba regalos Gaspar, que según decía mi mamá era el rey mago rico y por eso les iba tan bien. Pero regreso al punto. Desde hace mucho tiempo comprendí que el mejor regalo que le podemos dar a una madre es portarnos bien, no hacerla enojar, obedecerla y ayudarla en la casa. Eso sí, ir a misa con ella y rezar. Aunque no éramos de misa de cada 8 días porque no iba el padre, cuando iba trataba de que fuéramos todos. A mí no me dejaban salir en las noches como a mis primos, me decían a una hora estar en casa y tenía que estar. El día que quise ser rebelde me dejaron unos buenos con el cinturón. El rancho donde crecí no era espectacular pero andar por las dos calles que tiene era desafiante. A las 8 de la noche ya tenía que estar en casa. 

A los 15 me llevaron a USA y las cosas cambiaron. Tenía 16 años y ya tenía que cocinar y hacer labores en el hogar. Tenía que ahorrar dinero y buscar muchas otras cosas más de la vida. El tiempo pasaba y pude ver el fruto de obedecer a mis padres. Ahora ya pasados muchos, pero muchos años reafirmo que no hay mejor regalo que le podemos dar a las madres que portarnos bien, obedecerlas, ayudarlas en el hogar con las labores domésticas y acercarse a Dios. Claro es que lo principal es estar cerca de Dios, ya que si obedecemos a Dios todo lo demás será “pan comido”, será más sencillo. Quizá soy muy frío pero no soy insensible. Mis padres me enseñaron esto y ahora lo valoro. Yo te haría unas preguntas. ¿Realmente amas a tu mamá? ¿Le haces caso o la engañas diciendo que sí pero no lo haces? Recuerda que quien ama se sacrifica y ese sacrificio trae muchos frutos. Dice la Biblia: “El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”. (1 Juan 4, 8) El que ama obedece, el que ama ayuda, el que ama comprende y hace feliz al otro. Haz feliz a tu mamá y no solamente le digas que le quieres, mejor demuéstraselo.




Hasta la próxima. 










1 comentario:

  1. Generalmente las mamás no pensamos en cual sería el mejor regalo que pueden darnos nuestros hijos, pues ellos son el mejor regalo para nosotras. Son regalos de amor, si nosotras los sabemos formar en el bien y en el Amor a Dios.Siga escribiendo padre.

    ResponderEliminar